El análisis etimológico de la palabra crisis tiene un doble sentido que procede del griego: Crisis” deriva del verbo griego «krino», que significa “separar” y es un concepto que tuvo un origen vinculado a la agricultura y la recogida del trigo. Para un griego antiguo, la crisis es el proceso que sucede cuando se separa el grano de la paja, es decir, nos quedamos con la parte aprovechable de la cosecha. Pero crisis es también un concepto de uso en el ámbito médico. En medicina una crisis designa el momento decisivo de una enfermedad. Era el punto culminante de una trayectoria en que las diferentes fases de la enfermedad han de resolverse de un modo u otro. En una crisis te mueres o te salvas sin que haya término medio. Así que las crisis no pueden ser permanentes y hay que encontrar una solución de un modo u otro.
Cuando las crisis afectan al conjunto de la sociedad por alguna causa determinada deber ser resuelta para que cese la actividad de agitación e incertidumbre. Por tanto, toda situación crítica nos obliga a separar lo importante de lo accesorio y, además, produce un momento doloroso. A esta situación hay que aplicar fórmulas de resolución basadas en el diagnóstico (lo más certero posible) y a la aplicación de terapias correctoras.
Las crisis generan un marco de inestabilidad social, económica, de valores que es necesario abordar para retornar a una situación de normalidad. Pero las crisis son también “oportunidades” porque crisis nos lleva a analizar un escenario de cambio donde lo que se considera crítico puede servir como aprendizaje y evaluación que nos permita buscar soluciones innovadoras que recuperen una situación nueva y satisfactoria. De este modo los tiempos de crisis son tiempos de valentía y decisión que pueden resolver situaciones agotadas e inaugurar situaciones nuevas.
Que la pandemia mundial que ha sucedido en los últimos años es una situación “crítica” nadie podrá negarlo. Ha supuesto un reajuste y una situación de cambio mundial a una escala que jamás habíamos conocido en el plano económico, social, ideológico y cultural. Una auténtica crisis del sistema global tal y como lo conocíamos. Nos ha traído paro, muerte, dolor, escasez de recursos, se han paralizado buena parte de la actividad económica y ha frenado en seco la globalización, o al menos la va a transformar de cómo la conocíamos. Pero además hemos asistido a una “crisis” que no ha sido necesario que fuese ejecutada por los impulsadores de crisis profesionales, aunque si se han beneficiado de su diagnóstico y asustado a parte de la población.
La pandemia ha sido diagnosticada y, sin haber terminado, estamos asistiendo a sus efectos globales ante los que se están tomando numerosas decisiones para resolver dichos efectos. En el ensayo de las decisiones se va probando su eficacia y sus desastres.
Uno de los efectos que están teniendo lugar y que empezamos a analizar es lo que hemos conocido como “gran desbandada”. Se le atribuye su bautizo académico al profesor de la Universidad de Texas Anthony Klotz por el que se ha evidenciado que un récord de 4,3 millones de trabajadores estadounidenses renunció a su empleo en agosto, según los últimos datos del Departamento de Trabajo de los EE. UU., cifra que se amplía a 20 millones si se mide hasta abril. Al parecer ya se habían detectado cierto movimiento de trasvase de trabajadores que han preferido buscar trabajo en las tecnológicas frente a la estrella de los grandes salarios que es la banca de inversión. Es una tendencia que se está detectando en la banda de los 30 a los 50 años que dejan su trabajo y se buscan otros empleos diferentes.
Muchas de estas renuncias se produjeron en los sectores del comercio minorista y la hostelería, con empleados que decidieron abandonar trabajos difíciles y mal pagados. Pero las renuncias abarcan un amplio espectro de la mano de obra estadounidense, ya que los cierres de la pandemia -y el complicado camino hacia la recuperación- sigue alimentando una situación compleja.
El avance de la tecnología y la posibilidad de deslocalizarse de las grandes ciudades, nuevas condiciones de trabajo más flexibles y donde la conciliación familiar pueda ser real, nuevos valores y proyectos relacionados con las nuevas utopías de esta década pueden ser motivos que fundamenten estas decisiones. Es como un movimiento de resistencia a una situación laboral que se ha vuelto insostenible y que impide el desarrollo como persona con proyectos atractivos y que te satisfagan de manera plena. Es evidente que las empresas, las grandes corporaciones tendrán que reflexionar y tomar sus medidas para retener trabajadores cualificados y en ello deben estar ya, sobre todo buscando situaciones laborales de mayor calidad.
Es cierto que esta “gran desbandada” es un proceso observado en el mundo desarrollado y habrá que ver qué ocurre en los territorios más pobres y carente de recursos socioeconómicos donde esta opción ni se plantea. En España lo mismo es un acicate para impulsa el nuevo repoblamiento de la España vaciada y buscar modelos de ocupación de territorio más sostenible.